Alimentar al ganado con el mejor forraje posible marca siempre la diferencia en su crianza, mantenimiento, engorde y en los productos derivados -leche, carne…- que se comercializarán para el consumo después. Partiendo de una buena alfalfa, hay que mimar todo el proceso, desde la siega hasta la conclusión del deshidratado, para conservar todas las mejores cualidades nutricionales.
Así lo hacemos en Forrajes y Proteínas:
1.-Siega. Una vez que el cultivo alcanza un 10% de su floración, se corta la alfalfa con segadoras específicas para ello.
2.- Hilerado. Según marquen las condiciones meteorológicas de humedad y temperatura, se voltea unos días después. Este proceso favorece el secado natural y la prepara para el traslado a la deshidratadora de Villalar.
3.- Recogida y transporte. Con el 30% de humedad se carga con carros picadores de forraje.
4.-Recepción. Ya en la fábrica, se clasifica cada partida por humedades, tras realizar diversos muestreos, para la transformación posterior.
5.- Deshidratación. Se procede al secado de la alfalfa. En el ‘tromel’ utilizado para ello se alcanzan temperaturas de hasta 500 ºC para dejar humedad por debajo de un 12%. Este forraje pasa a la prensa después de enfriar y queda listo para el transporte a la ganadería.
Seguir a rajatabla y con todos los controles precisos estas pautas es fundamental para que el ganadero disponga siempre de la alfalfa deshidratada idónea para alimentar de la mejor manera a sus animales.